ÚLTIMO RELATO.
Pasó junto a la ventana trasera de la casa donde hacía diez años había vivido los episodios más trágicos de su infancia. El reloj de la vieja casona solariega marcaba las diez de la noche. Solo me queda media hora –pensó mientras caminaba con cautela sobre la hierba húmeda. Mamá todavía no habrá preparado la cena. Seguro que esta noche ha salido tarde del trabajo. Qué pena de vida. No quiero crecer.
La luna rompía el cielo una vez más. Papá estaba dormido sobre la tumbona del corral con el sombrero de paja tapándole la cara. Parecía un muñeco abandonado bajo la niebla.
Franqueó el umbral de la puerta. Un lejano crujir de maderas viejas sonó detrás de los cristales. Mamá nunca quiso volver a esta casa. Le daban miedo las cortinas transparentes del salón en las noches de cierzo.
Su cuerpo se estremeció con la soledad del agua cayendo de un precipicio. Papá caminando a trompicones hacia la ventana del salón. Mamá que tiembla entera y los postigos entornados. Y ese sonido inhumano de las palomas bajo el patio anunciando el final. Y el reloj de pared que repite la vieja letanía, parado a las diez en punto de la noche, y el crujir vacío de sus huesos sonando por última vez.
ECLIPSE EN SOMBRA
Pasó junto a la ventana trasera de la casa donde hacía diez años había vivido los episodios más trágicos de su infancia. El reloj de la vieja casona solariega marcaba las diez de la noche. Solo me queda media hora –pensó mientras caminaba con cautela sobre la hierba húmeda. Mamá todavía no habrá preparado la cena. Seguro que esta noche ha salido tarde del trabajo. Qué pena de vida. No quiero crecer.
La luna rompía el cielo una vez más. Papá estaba dormido sobre la tumbona del corral con el sombrero de paja tapándole la cara. Parecía un muñeco abandonado bajo la niebla.
Franqueó el umbral de la puerta. Un lejano crujir de maderas viejas sonó detrás de los cristales. Mamá nunca quiso volver a esta casa. Le daban miedo las cortinas transparentes del salón en las noches de cierzo.
Su cuerpo se estremeció con la soledad del agua cayendo de un precipicio. Papá caminando a trompicones hacia la ventana del salón. Mamá que tiembla entera y los postigos entornados. Y ese sonido inhumano de las palomas bajo el patio anunciando el final. Y el reloj de pared que repite la vieja letanía, parado a las diez en punto de la noche, y el crujir vacío de sus huesos sonando por última vez.
ECLIPSE EN SOMBRA
He
oído a los niños contar sueños imposibles
de un
ayer que muere cada noche,
cuando
mis pasos no suenan como aquel tiempo
de
lluvia en que tu voz parecía
recordarle
a la vida su papel
de
madre de todas las cosas.
He
oído a la noche cantar un día más sobre
mi
casa viejos poemas de amor
y de
muerte en la sombra, escenas
futuras
de un mañana que no acaba.
Es
tiempo de nieve y huesos.
Presagios
de luna vieja.
Van a
dar nuestra hora.
Gil
de Biedma anuncia el doblar de las campanas.
Muy pronto podréis disfrutar del poder evocador de la poesía nacida de la más emotiva y sincera juventud. Un saludo.
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