RINCÓN LECTOR


NOVEDADES EDITORIALES





LA LITERATURA DE LAS EMOCIONES VITALES


HOSSEINI, Khaled. Y las montañas hablaron.
Cuando leemos un libro, esperamos hallar una oportunidad elegida libremente para emocionarnos y para descubrir que la literatura inmortaliza mediante palabras las pasiones humanas y los golpes del destino que la vida nos tiene reservados.
Es esta la impresión que queda después de leer la nueva novela de Khaled Hosseini titulada Y las montañas hablaron. Este autor, de reconocido prestigio en el panorama literario internacional, logra conmover al lector sin que por ello, la técnica narrativa y el estilo pierdan calidad artística y originalidad. Y lo hace explotando el lado más emotivo y más común del hombre, que ante una situación de extrema necesidad, debe sacrificar lo que más ama en aras de la supervivencia.  Una historia de vidas rotas, de historias cruzadas y de voces corales entrelazadas en un entramado narrativo exuberante y armónico articulado con maestría y verosimilitud.
Seguro que muchos lectores encontrarán en la separación entre Pari y su hermano Abdulá un reflejo del destino que les deparó la historia y la guerra. Y para quienes la fortuna y la vida les sonrieron aprenderán a valorar el legado imborrable de los lazos de sangre y las huellas que los vacíos y las pérdidas del pasado trazan en la memoria, en los corazones y en las vidas de todos nosotros.




NOVELA GÓTICA INGLESA para LECTORES ATREVIDOS

Cualquier lector iniciado en la literatura de terror, reconocerá los escenarios nocturnos entre cementerios y lugares de leyenda como castillos o casas antiguas propios de la novela gótica inglesa del siglo XVIII de obras como El Castillo de Otranto de Horace Walpole,  Los misterios de Udolfo de Ann Radcliffe o algunos relatos el relato de Poe como "La caída de la casa Usher" o "El corazon delator". Estos textos vieron la luz en la Inglaterra del Siglo de las Luces, donde el neoclasicismo ilustrado y  su exacerbado culto a la razón rechazó toda manifestación sobrenatural que pudiera erosionar los sólidos moldes de la realidad cotidiana.

Hoy en día, su uso literario y estético ha sobrepasado los límites cronológicos y compositivos de la teoría de los géneros y de la historia literaria para constituirse en un género clásico de gran actualidad.  Sirva de ejemplo la obra de la escritora inglesa Sharon Bolton, que a día de hoy se está convirtiendo en un autora de culto y de éxito internacional. 

En España ha sido traducida su novela Sacrificio. En ella los espacios míticos y los comportamientos anómalos de sus habitantes crean un atmósfera de misterio que raya lo paranormal. Cualquier intento de escudriñar la verdad a través de la investigación policial convencional representa un escollo prácticamente insalvable. Lo realmente meritorio de esta autora es haber vinculado el mundo actual a las creencias y supersticiones convencionals sobre la religión, la fe y lo inexplicable. La visión del mundo que subyace en esta nueva novela gótica cuestiona en cada momento de nuestra existencia el propio concepto de razón.

Suenan ecos de película como Los otros o La venda, sobre los que nada nuevo se puede añadir.





TOYO, Shibata. Recoge la luz del sol con las manos, Madrid,Aguilar, 2012.

Nos encontramos ante un vivo ejemplo de cómo el oficio de escribir no tiene edad, sino que cada uno puede desempeñarlo cuando su corazón lo ordene. En este caso, la antología de poemas de esta poetisa japonesa compendia textos que comenzó a escribir a la edad de noventa y seis años. Se trata de una evocación sincera de sus vivencias y sus emociones, cuando estando en sus últimos años de vida, decidió recoger en forma de poema sus recuerdos y sus sensaciones cotidianas.  

Estos textos son un testimonio emotivo del día a día de la poetisa, de sus temores ante la carga del tiempo y la conciencia de pérdida que repercute en nuestra memoria. Sin duda, Massimo Gramellini hablaría de una unión armónica entre sensaciones y sentimientos, ya que las impresiones personales surgidas ante experiencias concretas son vistas por el lector como si se tratase de sentimientos humanos propios de cualquiera de nosotros. 

Quizá allí reside el secreto de su éxito editorial. Y tal vez por esta misma razón haya quien hable de "bestseller poético". Los más de dos millones de ejemplares vendidos en todo el mundo lo atestiguan. Feliz lectura.
Portada de la edición de Aguilar


DINO BUZZATI. Cronache terrestri.
Durante alguno de los años académicos anteriores tuvimos la oportunidad de disfrutar de la exquisitez estilística y de la maestría compositiva de Dino Buzzati. Estos y otros logros los apreciamos en alguno de sus relatos más leídos dentro y fuera de Italia. Seguro que recordáis "Siete pisos", "Una gota" o "Invitaciones superfluas". En nuestra memoria subyacen esas imágenes tan brillantes con las que describía la agonía vital de sus personajes o el vacío existencial que rodeaba sus vidas. 

Dino fue además un gran periodista, y como tal se definía. Su actividad profesional estuvo vinculada al dario Corriere della sera donde trabajó como corresponsal y cronista. En este marco cabe situar una obra póstuma muy poco conocida fuera de Italia titulada Cronache terrestri, que vio la luz en su país natal el año 1972. El título representa un giño metaliterario a las Crónicas marcianas de Ray Bradbury pero la distancia de aquélla desde el punto de vista estilístico y temático. 

Nos encontramos aquí con una serie de crónicas periodísticas que fueron publicadas diariamente en aquel diario durante la década de los años treinta a sesenta. Cuarenta años de historia europea viva relatados en el mismo momento en que acaecían los hechos históricos. Esta circunstancia convierte la obra de Buzzati en un documento humano y social valiosísimo que muestra la intrahistoria de Italia y de sus habitantes. No falta la ironía, el humor y el sentido ficcional de la existencia. Sirviéndose de estos moldes el autor analizó los problemas y las limitaciones del hombre de su tiempo, que todavía hoy en día podríamos considerar los nuestros.


LECTURAS NAVIDEÑAS
Algunas posibles lecturas que podéis conocer durante estas fechas. Los niveles son orientativos,  son susceptibles de ser adaptados y dependen en última instancia de la perspicacia crítica del lector.



ROMERO GARCÍA, Eladi, El hombre de la Stasi, Barcelona, Laertes, 2012

En esta novela el escritor ilerdense afincado en Binéfar se consagra como uno de los narradores del panorama literario aragonés más prolíficos y destacados. Autor de guías de viajes, ensayos históricos y numerosas novelas y relatos (alguno de ellos no difundidos por medio de los medios impresos tradicionales), Romero destaca por su aguda capacidad de observación y por la fina ironía con la que analiza los problemas y los estereotipos sociales propios de la sociedad posmoderna (clase política incluida). Su análisis se singulariza por la capacidad para vincularlos al devenir histórico que los ha motivado y su habilidad para desentrañar las causas y los efectos éticos y culturales que derivan de ellos. Los rasgos característicos de su prosa son la creación de ambientes realistas situados en distintas épocas históricas y la inclusión de varias tramas narrativas alejadas en el tiempo que terminan confluyendo en una estructura cinematográfica próxima al cine negro de naturaleza histórica. Los espacios son presentados a modo de escenas y descritos con un estilo galdosiano provisto de un léxico arcaico con el que rinde homenaje a Cela. Recurre a este con el fin de evidenciar el inmovilismo de la administración y de las conciencias humanas de todos los tiempos.


En esta ocasión, Romero logra aunar en una única obra todos los logros particulares que ha ido alcanzando en cada una de las anteriores: fidelidad histórica y herencia cultural y social de los hechos históricos, sentido del humor, competencia léxica y semántica, maestría en el manejo de la técnica narrativa y del punto de vista y proximidad veraz y crítica a la realidad social y política del momento. A estos méritos debemos añadir la imprenta metaliteraria con la que concluye la novela. Constituye una vuelta de tuerca más a sus particulares narraciones per se cinematográficas, humorísticas e históricas. Todo un cóctel original y meritorio que podrán degustar quienes deseen conocer de primera mano la historia particular y el legado histórico de este hombre de la Stasi.

 EL HOMBRE DE LA STASI

IRENE NEMIROVSKY, El baile. Ficha de lectura.  
  
1.- Redacta un breve resumen sobre el argumento de la novela.
2.- Caracteriza la personalidad de Antoinette Kampf.
3.- Explica la crítica de la autora a las falsas apariencias y a la hipocresía de la sociedad aportando ejemplos de comportamientos y creencias de los personajes.
4.- De acuerdo a esa falsa moral en la que viven los personajes, comenta el significado que encierra el baile en la novela.
5.- Aporta una valoración crítica sobre la novela. ¿Se la recomendarías a un amigo? ¿A qué tipo de amigo?

 

En esta sección podéis proponer géneros literarios y temas sobre los que os interesaría leer a título individual, así como manifestar vuestras impresiones sobre otros libros que ya hayáis leído. 

LIBROS OPTATIVOS.
Todos aquellos que deseéis leer de forma voluntaria obras literarias, podéis elegir de entre las siguientes:

 

1. Soldados de Salamina, Javier Cercas.
2. Cuentos, Julio Cortázar.
3. El nombre de la rosa, Umberto Eco.
4. Como agua para chocolate, Laura Esquivel.
5. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
6. Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.
7. Tres sombreros de copa, Miguel Mihura.
8. 1984, George Orwell.
9. Rebelión en la granja, George Orwell.
           10. Un mundo feliz, Aldous Huxley.
           11. Réquiem por un campesino español, Ramón J. Sender.
           12. La tesis de Nancy, Ramón J. Sender.
           13. La sombra del viento, Carlos Ruiz-Zafón.
           14. Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.
           15. Las intermitencias de la muerte, José Saramago.
           16. Un viejo que leía novelas de amor, Luis Sepúlveda.
17. La noche del oráculo, Paul Auster.
18. El alquimista, Paulo Coelho.
19. El nombre de la rosa, Umberto Eco.
20. Las bicicletas son para el verano, Fernando Fernán Gómez.
21. Los pilares de la tierra, Ken Follett.
22. Diario de Ana Frank.
23. El mundo de Sofia, Jostein Gaarder.
24. Siddhartha, Herman Hesse.
25. Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza.
26. El perfume, Patrick Süskind.
27. El túnel, Ernesto Sábato.
28. Ética para Amador, Fernando Savater.
            29. Ébano, Ryszard Kapuscinski.
            30. La catedral del Mar, Ildefonso Falcones De Sierra.
            31. La cena secreta, Javier Sierra.
            32. El viaje de Teo, Catherine Clement.
            33. El médico, Noah Gordon.
            34. El curioso incidente del perro a medianoche, Mark Haddon.
            35. La conjura de los necios, John Kennedy Toole.
36. La Biblia de barro, Julia Navarro
37. El muchacho persa, Mary Renault.
38. Yo, Claudio, Robert Graves.
39. Si esto es un hombre, Primo Levi.
      40. Germinal, Emile Zola.







FORREST CARTER, Montañas como islas.
Este es un libro para quienes aman la naturaleza y saben que existen leyes y fuerzas inherentes a ella que modelan nuestras vidas. En un sistema económico y social como el actual, esta novela nos aporta las claves imprescindibles para vivir de un modo sincero y natural, alejado de los dictámenes implacables de los mercados y de las bravatas de los dirigentes políticos. 







PAOLO MAURENSIG, La variante Lünenburg.


Portada de La variante Lüneburg

La variante Lüneburg


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Paolo Maurensieg
Paolo Maurensieg nació en Gorizia (Italia) en 1943 y vive actualmente en Udine.
Siendo La variante Lüneburg su primera novela, cabe decir que es un novelista tardío, pues la publicó a los 49 años.
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La portada del libro “La variante Lüneburg”
Detalle del óleo  “Jugadores de ajedrez”
Foto: Allene Lapides Gallery, Santa Fé (Nuevo México) 

El relato, dividido en tres partes, empieza con la historia del aficionado al ajedrez Dieter Frisch, un adinerado empresario cuyo amor verdadero pertenece al juego de los reyes.
Se le encuentra muerto al lado de un tablero extravagante de ajedrez con una determinada posición, la variante Lüneburg, que había tratado de refutar de forma terca el mismo Señor Frisch, editor de una revista de ajedrez.
Resulta que durante sus viajes en tren a Viena siempre perdía su partida semanal con la dichosa variante, empleada por un joven, Hans M., por supuesto maestro de ajedrez y conocedor de la variante en cuestión.
Se empieza una conversación y M. cuenta su historia, que forma la segunda parte.
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Detalle del óleo “Jugadores de ajedrez”
Siendo adolescente fue infectado por un virus llamado “ajedrez”, errando diletantemente por la ciudad de Viena y finalmente encontrando un club de ajedrez donde conoció a Tabori, otro maestro.
Esta figura enigmática se convierte en el profesor de M.
Al principio le gana a ciegas, dándole la dama de ventaja. Más tarde se enfrentan sentados en un tablero que responde a los errores graves con shocks eléctricos, como si quisiera comunicar:
También las jugadas de ajedrez pueden tener sus consecuencias más allá del tablero.
Efectivamente, este efecto parece ser el truco didáctico de Tabori para explicar a su discípulo que una jugada débil puede tener unas consecuencias horrorosas, incluso unas dimensiones catastróficas, y que solamente una absoluta concentración puede protegerle.
Lentamente Hans progresa, llega a maestro y gana la confianza de su profesor.
Después de todo, Tabori narra su historia, que compone la tercera parte del libro. 
Como hijo de una familia intelectual judía, Tabori aprende el juego de ajedrez desde pequeño; su padre es un fanático del ajedrez (ya casi maestro), bien conocido en el mundo ajedrecista.
Celebridades como Akiva RubinsteinDr. Savielly Tartakover  o  Efim Bogoljubov frecuentan como huéspedes la casa paternal.
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Akiva Rubinstein, Dr. Savielly Tartakover y Efim Bogoljubov
De esta manera, el joven se desarrolla rápidamente como un niño prodigio (recordando a Samuel Reshevsky 1920), viaja por toda Europa para dar exhibiciones simultáneas y jugar torneos.
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Samuel Reshevsky 1920
Durante estos viajes llega a conocer las primeras formas de antisemitismo, que culminan en el odio desfrenado de su “adversario fatal”, otro chico prodigioso, pero de descendencia aria.
Se organiza un match decisivo entre ambos. A continuación sus caminos se separan –no puede ser de otra manera- para volverse a encontrar más tarde en un lugar irreal, el campo de concentración de Bergen-Belsen (a unos 80 km al sur de Lüneburg).
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Campo de concentración de Bergen-Belsen
Tabori debe vivir allí unos sufrimientos increíbles como prisionero. Sólo el ajedrez imaginario lo mantiene con vida y el comandante de la SS es el mismo Frisch.
Tabori es obligado a jugar al ajedrez para entender pronto que una jugada errónea – frecuentemente realizada por angustia - trae consigo unas consecuencias crueles:
La matanza bestial de otros prisioneros.

Con esta ”puesta en juego” – el asesinato de prisioneros al perder la partida – se efectúa un match tardío de los dos antiguos candidatos a la corona mundial, que gana Tabori con el resultado de 6:2 y con “sólo” 24 muertos sobre su conciencia.
Después de la guerra, los gemelos antagónicos se pierden de vista.
Pasan 40 años y la variante de Lüneburg detecta al asesino de masas, el gran aficionado al ajedrez, y le pide la última partida.
La misma termina con una pena justa; el círculo se cierra.
Comentario del cronista:
Vale el imperativo categórico:
“A la vista de los campos de la muerte fracasan nuestras viejas categorías del pensamiento”.
< También para el ajedrez >
Nota: Dejemos las últimas palabras directas al novelista Paolo Maurensig:
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En una semejante confusión solamente podía sobrevivir un perturbado o …un genio del ajedrez.

Fuente: Extracto de una exposición de Jörg Seidel
Resumido y Adaptado por Frank Mayer - Revisado por revisado por Joan Canal (TD)
Barcelona, junio de 2008

LIBROS VERANIEGOS.
La revista Leer nos brinda un completísimo dossier con recomendaciones lectoras y nos aconseja cómo y por qué leer en verano. En vuestras manos queda elegir aquello que más os cautive. Feliz lectura.
El Verano y Los Libros

 Libros Para El Verano

Vila-Matas: “La realidad se está convirtiendo en una aventura interesante”

Dice que va acercándose cautelosamente a la realidad. Fue escritor maldito, hoy busca encontrarse bien y sigue persiguiendo cierta áurea inclasificable. Aire de Dylan es la última novela de un grande de nuestras letras



    Enrique Vila-Matas / Jordi Socías

    Un día, a la fuerza, Enrique Vila-Matas comprendió quizá que su estela de maldito le apretaba las costuras. Sufrió un colapso debido a la mala vida, deliró –no literariamente, sino literalmente– y tuvo suerte de seguir en este mundo. Uno va en busca de ese nuevo Vila-Matas, obsesionado con las fronteras vitales y creativas, empeñado en labrarse una ficción en puja con el espejo real donde se mira y aparece él mismo. Hoy encontramos a un hombre interesado más por la realidad e incluso por la felicidad, que no moja la ansiedad en alcohol y que solo la baña en tinta. Crítico con la posmodernidad siendo posmoderno, juguetón, risueño y relajado al sentirse ya sin el peso de su propia leyenda, el autor de Aire de Dylan (Seix Barral) se empeña en alcanzar la autenticidad. ¿Y quién fue antes? ¿Quién era antes? ¿Una farsa? ¿Un meditado invento?

    En una conferencia que dio usted recientemente en la Biblioteca Nacional hablaba de la ligereza. ¿Qué es eso? Hacer del lenguaje un elemento sin peso que flota sobre las cosas como una nube. Se cuenta la anécdota del poeta Cavalcanti, que va por un cementerio de Florencia y se le acercan unos juerguistas que le dijeron: Se le ve poco a usted de noche. Y el respondió: Ni de día”, y dio un salto sobre una tumba para pasarse al cementerio de al lado. Esto es interesante, sobre todo cuando te acosan.
    ¿Escabullirse? No, plantearse mirar al mundo con otra lógica, con imágenes de levedad, de ingravidez porque, como demuestra la ciencia, el mundo se apoya sobre entidades sutilísimas, como los mensajes del ADN, los impulsos de las neuronas, los quarks y los bytes que sustituyen a las máquinas de hierro. Estamos en manos de lo leve y no lo pesado. Esto hay que aplicarlo a la prosa y a la literatura y definirse. Me gusta recordárselo con perspectiva a quienes dijeron, cuando apareció la Historia abreviada de la Literatura portátil, que era light. Ha perdurado más que otras cosas pesadas. También lo decía Torrente Ballester, que la literatura española no estaba preparada para entender la ligereza de obras como el Quijote, por ejemplo, porque era una novela llena de humor.

    ¿Y dónde quedaría en esto la poesía? Se supone que sobre ella debe recaer la intensidad del lenguaje. Y en este sentido cierta pesadez. Pues no. Mira Emily Dickinson, capaz de contar en cuatro palabras intensas y tensas la fragilidad de una rosa por la mañana.

    ¿La ligereza que usted reivindica propone que las ideas prevalezcan sobre el lenguaje? No, las ideas deben trasladarse a través de las propias ideas. A ver, ahora me voy a convertir en un defensor de la ligereza, y tampoco es esto, ¿no?
    Es un tema. Sí, ¿dónde está la profundidad? Pues en la superficie… Depende de cómo se expliquen las cosas.

    ¿A lo mejor no nos detenemos a observar lo palpable cuando nos revela más que lo oculto? ¿Estaremos obsesionados por el engaño, por la manipulación y buscamos detrás cuando tenemos las cosas importantes delante de nuestras narices? Sí, ya lo dice Wittgenstein, la humanidad siempre repite su historia, las mismas cosas, los mismos pensamientos, yque eso se debe a que hemos caído en la trampa de nuestras propias palabras. Al haber inventado la realidad y al tiempo la ficción nos tendemos las mismas trampas que generaciones anteriores.

    ¿Nos encontramos en un bucle? Sí, me parece que sí, aunque nunca afirmo nada contundentemente, puede ser. Es lo que explica Wittgenstein en fragmentos breves y leves, tanto, que lo he podido entender hasta yo mismo.

    Bueno, ahí entra su propia provocación, porque la ligereza está muy mal vista últimamente. Ya pero es un concepto necesario para la literatura del futuro. En mi última novela suceden hechos extravagantes, sorprendentes, pero apenas explicados, que se dejan en la superficie porque eso es suficiente para que nosotros, detrás, añadamos la profundidad que requieren.

    Pero eso no es ligereza, es sugerencia. Es posible. Pero dicho esto no quiero defender ya más la ligereza porque no soy su paladín.
    Vale. Pues ahora explíqueme cómo ha sido usted capaz de hacer una crítica a la posmodernidad en su última novela, cuando es usted un escritor tremendamente posmoderno. Digamos que eso es un hecho lateral que queda en la crítica al posmoderno que fui y que sigo siendo. De hecho, en la tercera edición del libro eso no aparece ya en la promoción.

    ¿Han eliminado ese cebo? Pero ya que usted se define como tal, ¿cuándo fue consciente de serlo? Lo leí en algunas críticas, pero creo que nunca lo he sido especialmente, solo formo parte del mismo decorado de la época, como todos. Hay algo que me disgusta de esa esencia posmoderna: creer que vamos mejorando dentro de las vanguardias cuando en realidad no es así, yo no lo comparto. Mi experiencia lo demuestra, si escribí un primer libro que no estaba mal, el segundo, el tercero o el cuarto no eran mejores, así que mi trayectoria lo desmiente.

    Cada cual tiene sus afanes, la búsqueda persiste. Pero no nos despistemos, ¿qué es la posmodernidad? Una definición universitaria.
    ¿Qué viene a decir? Clasifica la sucesión de la modernidad, viene a definir el fin de las vanguardias, de ciertos ideales, de compromisos estéticos, la mezcla, que trabajamos sobre lo ya hecho, en este sentido, ironizo en la novela sobre el tinglado cultural en que estamos metidos.
    ¿Cuál? Sobre los posibles grandes hallazgos de la cultura contemporánea. Pero no quiero hablar como un teórico porque me pierdo siempre.
    Pues no lo teorice, nárrelo. Se ve en el Día del Libro en Barcelona. Cómo un señor firmaba libros en nombre de un autor sueco que no estaba.
    Eso sí que es posmoderno: la suplantación, la copia. El año que viene veremos a un actor que suplante a Vila-Matas y yo me quedaré en casa escribiendo. Otro síntoma es eso de dejar el primer capítulo en Internet para que te compres luego la novela, esto va a crear un mundo de primeros capítulos…

    ¿Y si los mezcláramos entre sí y construyéramos una novela ‘dada’? Estaría bien. Lo que pasa es que deberían ser fuertes, eso está también imperando, cuando lo que sabemos es que debemos empezar las novelas de una manera más tranquila para ir mejorando y llevando al lector al territorio que deseas. Una primera frase extraordinaria puede provocar el colapso en la cuarta página. La primera frase debe ser atractiva y ya.

    ¿Le gusta autoparodiarse? En esto, usted mismo es consciente de que ha cambiado. Antes quería ser un escritor maldito. ¿Y ahora? Bueno, yo nunca dije que quisiera serlo, pero de alguna manera me fui convirtiendo en ello, forma parte de los cambios que se producen en la vida de uno y también en la literatura, sigo siendo el mismo de la Historia abreviada, pero con los cambios que he sufrido y que me han producido mis lecturas, que han variado, como en todos. Hay quien dice también que no he cambiado, que en realidad sigo siendo el mismo, pero de forma más templada.

    Ya, porque usted se definía como una especie de Clint Eastwood… Veo que está bien informado… Iba de justiciero algunas veces.

    ¿Qué le provocaba saltar de manera virulenta? Tampoco era tan agresivo, solo de vez en cuando. ¿Parezco agresivo?
    Dicen, pero me cuesta creerlo. Los insultos no pasaban de decirle a alguien tonto; en serio, que yo sepa no pasaban de ahí. Quizá equivocadamente, tratando de mostrarme verdadero en todos los sentidos, con mi capacidad de seducción y al tiempo presentando mis defectos. Es una locura haberlo intentado, se consigue mejor escribiendo. Ahí estaba el lado oscuro también, ahora lo vuelco en mi escritura dentro de la etapa en la que actualmente me encuentro, que yo creo que es la tercera. Sigo con la indagación sobre mí mismo, pero con más profundidad que en las etapas anteriores.

    ¿Con más ironía? Puede que porque se conoce usted mucho mejor y sabe ya quién no desea ser. Sí, ya he apartado muchas posibilidades de ser.
    ¿Cuáles? Bueno, casi todas.
    ¿Puede ser un poco más específico? No sé…

    ¿El angustiado, el torturado, el que no se mostraba feliz? ¿Lo es ahora? Bueno, no me lo he planteado, no es algo que me interese especialmente. Dudo mucho que la palabra corresponda a su significado. Trato de estar bien, sentirme bien. Busco que las cosas me vayan bien, siempre ha sido así, pero ahora más. El otro día alguien me lo dijo, que las cosas me iban bien.

    ¿Demasiado bien? Yo le respondí que se trataba de esto, porque lo sentí casi como una acusación. Claro, yo me muevo para que todo vaya bien, consciente de que en algún momento se romperá esa dinámica, pero mientras pueda…

    Existe gente que desprecia la felicidad, como si fuera cosa de tontos, cuando en realidad es lo contrario. Quizá yo busco más el entusiasmo, o la pasión, son cosas que quedan mal vistas en el entorno literario, cuando en realidad sin ellas se pueden hacer pocas cosas.
    Y menos en literatura. El optimismo tampoco gusta, pero es una cosa de aquí, europea. Yo creo que se trata de buscar el buen rollo, buscar pequeñas satisfacciones cotidianas. En los últimos años he pasado por momentos interesantes que, probablemente, si se hubiesen producido en la época en la que bebía y tendía a mitificarlo todo y a exagerarlo me habría parecido que estaba en el paraíso. He logrado ahora mesurar los buenos momentos sin ningún tipo de droga que me despiste de la normalidad, de la realidad. En ese sentido he ido acumulando experiencias muy interesantes sin que pasen de ser modestas, digamos, aunque las haya disfrutado con mayor plenitud que en otras ocasiones.

    ¿La bebida, en usted, angustiaba y distorsionaba la vida hasta puntos sobredimensionados? Hasta el punto de creerme genial a veces por decir algo que no eran más que estupideces. Exageras. A mí me encanta lo que me dijo el otro día Juan Marsé. Él es muy preciso. Me dijo: “Creo que te vas acercando cautelosamente a la realidad”. Aquí es fundamental el “cautelosamente”. Está perfectamente expresado, es más, creo que mi vida se dirige ahora a representar el papel que me ha marcado él en este sentido.
    ¿Cautelosamente real? Es cierto, me asombra ahora la realidad, a medida que me acerco a ella. Me asombran cosas como algo que escribí en un artículo un día que iba caminando por la calle y una mujer que hablaba por teléfono móvil se desplomó. Se presentó un hecho que interfería en la vida. Recuerdo que escribí: ¿De modo que esta es la famosa realidad? La realidad se está convirtiendo en una aventura interesante para mí.

    ¿A lo mejor porque se está despojando de su personaje y es usted más persona? Voy aproximándome a ello.
    ¿Y eso sin contar que la búsqueda de una historia universal del fracaso por parte del protagonista de su última novela le siga atrayendo como tema? Él quiere fracasar y no fracasa. Esta idea ha interesado mucho, creo que la idea predominante del fracaso es social, pero existe uno más importante, el personal, la relación que uno tiene con su realidad, su mundo, su verdad, que no debe ser nunca traicionada. Mucha gente fracasa al traicionarse, eso es lo importante. Tus propios fracasos los conoces tú, cuando una novela no responde a la idea o al reto que tú te marcaste sobre ella. Ese es el fracaso que importa, no el que tengamos ante los demás. Yo creo en lo que Juan Benet definía como prestigio propio. Pero también creo que nunca existe el fracaso total, como tampoco existe el éxito total. El éxito muchas veces conduce al infierno, como demuestran muchos casos en la historia de la humanidad.

    También la autoexigencia puede ser infernal. Sí, pero hace muy entretenida la vida.
    Ya. Aquí es muy importante también divertirse. En las memorias de Baroja aparece un señor a quien una vez le preguntaron: ¿Usted es Martínez?”. Y dijo: “No, me llamo Pérez, pero da igual porque lo importante es divertirse. Acercarse cautelosamente a la realidad es algo que entretiene… Se llega al arte a veces para pasar el tiempo. Muchos de los grandes se han dedicado a crear para eso, para pasar el tiempo… Bien. Como dicen los portugueses: “Façer horas”. Hay gente que no admite esto. Se muestran como profetas, como grandes dogmáticos, eso les da una categoría, pero es todo una gran hipocresía.

    ¿Y usted cómo pasa las horas? ¿En qué momento?
    Cuando no escribe, cuando no lee, cuando no ve fútbol… Son muy importantes los amigos, las conversaciones, los encuentros. Ver a otros, antes no había tenido tiempo de verles con detenimiento.
    ¿Verles con detenimiento? En el sentido de que me interesa lo que dicen, lo que hacen, cómo ven ellos las cosas.
    ¿No había tenido tiempo de escuchar a la gente? Sí…
    A ver si va a ser cierta esa impresión que yo tenía con respecto a usted ahora. Parece usted una farsa de sí mismo. Alguien mucho más original que la copia de antes. Abierto, educado, insisto, con perdón, feliz, ligero, menos obsesionado con la literatura como tótem… No deseo tener que excusarme de nada, ni arrepentirme, estoy más allá de tener que dar explicaciones.

    Parece hasta más humilde. ¿Lo es? No creo que lo haya sido nunca. Eso sí, soy muy vanidoso. Bueno, dejemos este tema porque habrá quien diga… Soy tímido. Digamos que dejé el viaje interior y ahora estoy en el exterior.

    ¿Se cansó usted de sí mismo? El viaje anterior es muy pueril. La prueba son los que hacía al extranjero, de joven. Vas a lugares maravillosos, pero no ves nada, ni contemplas, porque, en realidad, el viaje es para mirarte a ti mismo. Ahora uno llega a un lugar, examina, estudia y ve.

    Usted ha creado un propio canon estético, literario, contracorriente, ¿fue a propósito? Sí y existe en él una jerarquía, aunque puedan estar equivocadas. Para mí, los Rolling Stones serán más que Madonna. ¿Por qué? Porque arriesgan y hacen algo que no se había hecho antes. Crean un mundo propio, y los demás salen de ahí sin aportar nada.

    ¿Los imitadores de ese canon, no cree que dañan demasiado el original? Quizá sea culpa mía. Muchos se creen que con unas citas literarias está todo arreglado, pero no se trata de esto. Son equívocos que se producen. Pero yo me transformo continuamente, cambio, por eso es difícil acercarse a mí, me cuesta a mí acercarme a mí mismo.
    Eso sí que es posmoderno, oiga. Una vez, en una ciudad española lo oí por primera vez: sal y trata de no ser posmoderno, por favor. Fue la primera vez que escuché esa palabra aplicada a mí mismo.

    Autenticidad es lo que persigue ahora… ¿Qué es eso? En Aire de Dylan es donde más estoy yo sin que lo parezca.
    Todo le sonríe, ¿hay algo que vaya mal? Bueno, lo de siempre: el ansia, la angustia, el núcleo duro de la conciencia, es lo que trato de exponer en mis novelas.

    ¿Y esa ansia la atemperaba antes con ayuda del alcohol y ahora no puede? Bueno, ahora me acerco al ansia con mucha tranquilidad, con nuevas formas de indagación literaria. Es la ventaja de los escritores, hasta la mayor desgracia la explotan. Como Pessoa: el poeta es un fingidor. Todo lo que me ha ocurrido, hasta el colapso que tuve hace años, lo he escrito como si fuera otra persona. Es una deformación interesante.

    Pero de ese colapso ni era usted consciente. No, lo atribuí a una resaca y a que había viajado a Argentina, esa mezcla me llevaba hacia delante, aunque me notaba más raro de lo normal. Me comportaba de manera excéntrica, podía cambiar tres veces de hotel al día, me parecía una gran aventura, aunque en Argentina ya no me podía ni mover.

    Pero se volvió loco entonces. Sí, me entró un delirio, un delirio interesante de todos modos. El viaje sin moverse del sitio. Pero me pasa en Barcelona, no salgo y la gente me pregunta, antes igual, podía dar información de cuatro o cinco discotecas, sin más, y ya muchos se creían que dominaba la noche barcelonesa. Pero eso está relacionado con la juventud, hay un momento en que la ciudad se vuelve toda tuya, después se convierte en algo extraño, a medida que envejeces.

    No le incomoda hablar de sus delirios, pero sí de su infancia. ¿Fue niño? Precisamente ahora, mis amigos de la orden del Finnegan’s hemos quedado en escribir de la infancia. Nos reunimos los 16 de junio en Dublín para homenajear a Joyce. Hemos quedado en escribir conjuntamente un libro sobre ello.

    ¿En un escritor que ha sido maldito cabe un niño maldito, o fue usted feliz? Sí, no hubo complicaciones, ni conflictos.
    ¿Cómo era? He pensado en la primera frase de lo que escribiré y es: “No tengo recuerdos de la infancia”. A partir de ahí voy a empezar a tenerlos, estoy seguro.
    Alguno habrá. El colegio, por ejemplo. Era el de los hermanos maristas, en el paseo de San Juan, un territorio mítico para mí… No sé, pregúntame algo.

    ¿Conflictos con los curas? No, no, no. Eran unos curas que después se salían de la orden. Las clases de religión eran pésimas, muy bajas de tono, bajo mi perspectiva de niño de 11 o 12 años. Los niños tienen una mirada crítica, se dan cuenta.
    Son niños, pero no son tontos. Claro, lo mismo que sabían si los profesores eran buenos o no. Llevaban como un drama que su fundador no hubiese llegado a santo, que se hubiese quedado en beato, y a nosotros eso nos parecía como de segunda. Luego fui a los jesuitas de la calle de Caspe y ahí sí había rigor, ahí iba en serio, a las ocho de la mañana, misa diaria.

    ¿Familia acomodada? Bueno, burguesía media, tuvimos problemas económicos, mi padre se hizo a sí mismo, tiene 90 años, se dedicó a la construcción y fue concejal de Unió Democrática.
    ¿Y su madre? ¿Le marcó como escritor maldito? Una madre y un padre maravillosos, asombrosos. Miran todo lo que hago. Me debieron de ver un poco extravagante, pero no lo sé. Quería dedicarme a la escritura y eso no rendía económicamente. No había el menor porvenir, por eso estudié Derecho.
    ¿Hermanos? Sí, tres; soy el mayor y eso me ha convertido en un ser muy responsable a la larga. Hizo recaer en mí una presencia cuando el padre estaba ausente. Se me inculcó un espíritu de lucha y de trabajo en el que siempre me he movido, a pesar de todos mis devaneos.


    Feria del libro en Madrid. La cultura no está en venta.

    El santoral de la literatura infantil italiana
    Por: Elisa Silió 20/05/2012
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    La última edición de la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia.
    En Italia han nacido algunos de los personajes literarios que alimentan la imaginación de los niños desde hace décadas. En esta Feria del Libro de Madrid tendrán un hueco
    Cuando uno piensa en literatura para niños le viene a la cabeza la tradición de cuentos del norte de Europa y los paises anglosajones. Pero Italia, país invitado en la próxima Feria del Libro de Madrid que se inaugura el próximo viernes, es desde hace décadas una gran potencia en el mercado infantil y juvenil. No en vano se celebra en Bolonia la feria más importante del sector. En este post recogemos algunas de las grandes aportaciones de los autores italianos a las letras infantiles a lo largo de la historia.

    Pinocchio
    PINOCHO. Sin duda el personaje más universal, se publicó en un periódico semanal Il Giornale per bambini en 1882 y 1883. Una vez más Walt Disney, con su película de 1940, ayudó a popularizar Las aventuras de Pincho, de Carlo Colladi. Y, como como contábamos el otro día hablando de Mary Poppins, se azucaró en exceso la trama. Pues en la cinta Gepetto no era un gruñón sino un abuelo entrañable; el grillo aparece inermiténtemente y han desaparecido pasajes, como cuando Pinocho es testigo de su propia muerte. No hay año que en España no aparezcan un puñado de nuevas ediciones, más o menos fieles. De la original Castalia y Siruela publicaron sendas traducciones en 2011 y en versión pop-up en Piruleta y MacMillan.

    Corazon
    ENRIQUE/ MARCO.
    A un niño español del siglo XXI no le suena de nada un libro titulado Corazón (1886, diez años después de la proclamación de Humberto I) y, mucho menos su autor, el socialista Edmundo de Amicis, comprometido con la reunificación de Italia. Pero si se le habla de la serie japonesa Marco,  basada en el cuento más extenso y conocido, la cosa cambia. El original -dicen que fue el libro favorito de Charles de Gaulle-, tiene forma de diario y en él que Enrico, un alumno de una escuela de Turín, cuenta su vida en un tono emotivo. Para muchos es una de las primeras ocasiones en las que un libro se utilizó como instrumento educativo cargado de ejemplaridad para formar a los más jóvenes. Gadir acaba de reeditar Marco de los Apeninos a los Andes con una edición cuidadísima como todas las suyas y en 2009 rescató del olvido Corazón, con prólogo de Luis Mateo Díez. En ambos casos se incluyen las ilustraciones originales de Ferraguti, Nardi y Sartorio. En la feria madrileña se celebrará el viernes 8 de junio una mesa redonda La literatura italiana contada a los niños, organizada por Gadir.

    Sandokan
    SANDOKÁN. Son muchos los lectores nacidos en el XX que reconocen haberse iniciado en los libros gracias a las aventuras de Emilio Salgari. Así lo contaba el filósofo Fernando Savater en este periódico al cumplirse el pasado año cien años de su suicidio: "no olvido los mares y las selvas de Salgari, sus peligros y travesías que me educaron, sus tigres y sus árboles gigantescos en cuyo tronco hueco podía refugiarme. ¡Y la Montaña de Luz!". El veronés, que murió arruinado, fue un auténtico superventas en toda Europa, alcanzando los 100.000 ejemplares vendidos de muchas de sus 84 novelas. Once de ellas -escritas entre 1882 y 1911- con el príncipe Sandokán, convertido en un pirata dispuesto a vengarse de los británicos, como protagonista. La serie de televisión y las adaptaciones al cine ayudaron también a que entrase en la leyenda. La Galera acaba de editar un Sandokan con ilustraciones de Javier Andrada.


    Stilton
    GERONIMO STILTON. Es el menos italiano de todos los personajes. Ya tan sólo el nombre de este rodedor metido a director de periódico -Stilton es un queso británico- da idea de su vocación internacional. Es la gallina de los huevos de oro desde que en 2000 Elisabetta Dami idease estas aventuras: 47 millones de ejemplares vendidos, a los que se suman los libros protagonizados ahora por su parentela. Asombra por su estética y su narración, que se interrumpe con preguntas, elementos interactivos, colores y distintas caligrafías. Como su autora -a quien ayuda un séquito- prefiere mantenerse en el anonimato, es el ratón que edita Destino Infantil quien firma en Sant Jordi y la Feria del Libro de Madrid.

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